EspañolLas Voyager 1 y 2 revelaron un misterio más allá del Sistema Solar que desafía la imaginación.
El espacio, un vasto y misterioso territorio que ha fascinado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. A lo largo de la historia, hemos explorado el cosmos en busca de respuestas a preguntas fundamentales sobre nuestra existencia y nuestro lugar en el universo. Y en esta incansable búsqueda, las sondas espaciales Voyager 1 y Voyager 2 han jugado un papel crucial.
Un viaje épico en el espacio
Los viajes extremos siempre son peligrosos: corrientes mortales y remolinos en los ríos, avalanchas de hielo en las montañas. Pero, ¿qué pasa si un muro de fuego de más de 500 millones de kilómetros de altura se interpone en el camino? Aunque esto suene imposible en la Tierra, puede suceder en el espacio, y las sondas espaciales Voyager 1 y Voyager 2 pueden haber encontrado recientemente un obstáculo de este tipo.
Estas dos naves espaciales han recorrido un camino extraordinario desde su lanzamiento hace 45 años desde Cabo Cañaveral. Han visitado cuatro planetas distantes, capturado imágenes vívidas y realizado cientos de investigaciones científicas. Pero su odisea no terminó ahí. Después de viajar más allá del sistema solar, se encontraron con un verdadero infierno, una región al rojo vivo que tiene a los científicos desconcertados. ¿Cómo lograron las Voyager superar este aterrador muro de fuego y qué secretos han descubierto en su viaje interestelar?
El enigma de la pausa del helio
Durante casi medio siglo, el equipo de las Voyager que han llegado más allá del sistema solar ha funcionado sorprendentemente bien. Ha resistido el entorno espacial, con su radiación de pesadilla, bajas temperaturas y polvo afilado como agujas. Esto ha sido posible gracias a su excelente nivel de protección. Estas naves están equipadas con aislamiento térmico multicapa, escudos térmicos y revestimientos de plástico. Se utilizaron elementos aparentemente simples, como tiras de papel de cocina, como protección contra la radiación, ¡y funcionaron perfectamente!
Un esfuerzo colosal
La cantidad de trabajo y de personas dedicadas al desarrollo y ejecución del proyecto Voyager es asombrosa, abarcando unos 11.000 años de esfuerzo equivalente, lo que supone un tercio del esfuerzo empleado para construir la Gran Pirámide de Giza. Estas naves espaciales fueron lanzadas al espacio con la misión de visitar Júpiter, Saturno, Neptuno y Urano, donde tomaron imágenes extraordinarias que ampliaron nuestro conocimiento de los planetas de nuestro sistema solar.
Por ejemplo, la icónica imagen del “punto azul pálido” y las erupciones volcánicas en Júpiter captadas por la Voyager 1, así como la fascinante imagen de la Tierra y la Luna como dos crecientes moviéndose en la misma dirección, tomada cuando la Voyager 1 se dirigía hacia Júpiter. Estas imágenes nos han dado una perspectiva única de nuestro sistema solar.
El descubrimiento de la pausa de helio
Pero la verdadera sorpresa llegó cuando las Voyager llegaron al borde del sistema solar y entraron en la región de la pausa de helio. Se trata de una región misteriosa que los científicos sólo habían estudiado mediante simulaciones. Se esperaba que el campo magnético de la galaxia cerca de la pausa de helio estuviera inclinado hacia el campo magnético del Sol, pero las Voyager no encontraron ningún cambio en la dirección del campo magnético.
Además, la densidad de partículas en esta región resultó ser 10 veces mayor que en el viento solar. Las corrientes de partículas solares e interestelares colisionaron a velocidades inimaginables, dando lugar a un fenómeno asombroso que los astrónomos han bautizado como "muro de fuego". Aunque no se sabe con certeza si este fenómeno se parece al fuego que conocemos, el plasma en el límite exterior de la brecha de helio alcanza temperaturas de 30.000 a 50.000 Kelvin.
La importancia de estudiar el muro de fuego
Estudiar el muro al rojo vivo es de vital importancia para los científicos. Después de todo, la heliopausa representa la última línea de defensa del sistema solar contra los peligrosos rayos cósmicos y el polvo interestelar. Sin la heliosfera, la vida en la Tierra habría sido imposible. Pero ¿qué papel juega este muro de fuego en la protección de nuestro sistema solar? ¿Podrán los astronautas superarla en el futuro durante las misiones interestelares?
Según los astrofísicos de la Universidad de Boston, todo depende de la forma de la heliosfera. Si esta burbuja protectora tiene la forma adecuada, podría haber refugios seguros para las tripulaciones de las naves espaciales en el espacio interestelar. Si bien antes pensábamos que la heliosfera tenía la forma de la cola de un cometa, una nueva investigación sugiere que podría parecerse más a un donut o un croissant, lo que abre la posibilidad de encontrar refugios seguros en su interior.
Los sonidos del espacio interestelar
Mientras las Voyager viajaban por el espacio interestelar, captaron una variedad de sonidos que no podíamos oír, pero sus instrumentos los registraron y los transmitieron a la Tierra. Al principio, los científicos no pudieron determinar su origen, pero más tarde concluyeron que eran los sonidos del gas en el espacio interestelar. Este descubrimiento ha ampliado nuestra comprensión de este misterioso entorno y nos ha proporcionado una banda sonora única para el universo.
Desafíos y futuro de la Voyager
A lo largo de su viaje, las Voyager se han enfrentado a desafíos técnicos. Por ejemplo, en 1978, el receptor de radio principal de la Voyager 1 falló y, desde entonces, ha estado utilizando un receptor de respaldo. Recientemente, comenzaron a enviar datos incorrectos a la Tierra debido a una computadora que dejó de funcionar hace muchos años.
Además, las fuentes de energía de la Voyager se están agotando y ya no puede mantener completamente la temperatura de su equipo. Sin embargo, los ingenieros de la NASA afirman que aún tienen suficiente combustible para mantener sus instrumentos en funcionamiento al menos hasta 2025.
El futuro lejano de las Voyager
En un futuro lejano, las Voyager seguirán vagando por el espacio interestelar. En unos 30.000 años, pasarán por la Nube de Oort, una capa de cometas y restos helados que orbita el sistema solar. Y en unos 40.000 años, la Voyager 1 estará más cerca de la estrella Gliese 44, a 17,6 años luz de la Tierra, que de nuestro propio sol. Estos viajes plantean preguntas sobre el futuro del sistema solar y el destino de las Voyager.
Desafíos en el espacio interestelar
Los científicos creen que el destino de las Voyager en el espacio interestelar dependerá en gran medida de la cantidad de polvo que haya en la Vía Láctea. Las partículas de polvo, que vuelan a varios kilómetros por segundo en una lluvia de nanometeoritos, pueden erosionar lentamente el revestimiento de la nave. Incluso una partícula de polvo del tamaño de una milésima de milímetro dejaría su marca microscópica en la nave al impactar.
Los valiosos discos dorados
Sin embargo, hay esperanza para las Voyager. Los científicos han modelado repetidamente las trayectorias de estas naves y sus posibles encuentros con nubes de polvo. Se ha demostrado que los discos dorados de las Voyager tienen las mejores posibilidades de supervivencia, gracias a la valiosa información que contienen sobre la Tierra. Estos discos, que están recubiertos de oro, tienen un revestimiento de aluminio y una base de cobre. La vida media de los materiales radiactivos que alimentan a las Voyager es de miles de millones de años, lo que significa que seguirán transmitiendo información durante mucho tiempo.
Un futuro incierto
Si miramos aún más hacia el futuro, dentro de unos 230 millones de años, el sistema solar y las Voyager completarán una órbita alrededor de la Vía Láctea. Aunque es imposible predecir lo que le sucederá a la Tierra en ese momento, las Voyager continuarán su viaje a través del espacio interestelar. En un mundo inhóspito, vagarán durante miles de millones y miles de millones de años, mientras otras naves espaciales explorarán los confines del sistema solar y el espacio interestelar.
Conclusión
En conclusión, las Voyager 1 y 2 han superado desafíos
asombrosos en su viaje más allá del sistema solar, proporcionando datos
valiosos sobre nuestro espacio interestelar. A pesar de los obstáculos y el
envejecimiento, estas naves espaciales continúan sorprendiéndonos y ampliando
nuestro conocimiento del universo. Su legado perdurará como símbolo de la
curiosidad humana y la exploración espacial.
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